Naya Fácil, conocida influencer chilena – y vegetariana-, encendió la polémica por visitar un safari en Santiago. ¿Es compatible amar a los animales y apoyar instalaciones donde permanecen en cautiverio?
Naya Fácil y la controversia del safari
La influencer chilena Naya Fácil ha sido criticada tras compartir en redes su visita a un safari cercano a Santiago. Muchos la cuestionan: ¿cómo es posible que alguien que dice amar a los animales los apoye en un lugar donde viven enjaulados y son exhibidos para entretener a personas?
En respuesta, Naya argumenta que parques como este operan de forma similar a zoológicos o centros de rescate. Según su versión, se encargan de acoger animales rescatados —muchos provenientes de circos y tráfico animal— que ya no tienen posibilidad de volver a la naturaleza por su contacto prolongado con humanos. Su postura ha añadido combustible al debate: ¿son los safaris y zoológicos, formas legítimas de protección o simples negocios disfrazados de buena intención.
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¿Qué dice la ciencia sobre cautiverio y resguardo?
Según la organización AnimaNaturalis, los zoológicos —y por extensión los safaris— mantienen a los animales en condiciones muy distintas a las de su hábitat natural, lo que puede generarles estrés, comportamientos repetitivos y problemas de salud mental. Aunque algunos centros presentan su labor como salvaguarda o rehabilitación, la cruda realidad es que muchos apenas reproducen las condiciones mínimas necesarias para el bienestar animal.
Un verdadero santuario, como se describe en la plataforma Bueno y Vegano, debe cumplir criterios estrictos: no reproducir especies en cautiverio, evitar el contacto directo con el público y operar sin fines de lucro. La diferencia con recintos de exhibición comercial es sustancial.
Además, la realidad de muchos zoológicos alrededor del mundo deja en evidencia lo lejos que estamos del ideal de conservación. Casos como el del zoológico de Surabaya en Indonesia, conocido como «el zoológico de la muerte», las denuncias al Zoológico de Concepción, por críticas sobre el estado de sus animales, han generado amplias reacciones en redes sociales. En Chile también se han denunciado condiciones deplorables en recintos pequeños y poco fiscalizados, donde los animales viven hacinados, sin atención veterinaria adecuada ni espacios suficientes.
Safaris en Chile: ¿refugio o entretenimiento?
En Chile, el Parque Safari de Rancagua se promociona como el primero de su tipo, con recorridos, zonas de felinos y opciones recreativas para adultos y niños. Sin embargo, las condiciones de cautiverio también plantean preocupaciones sobre si estos espacios realmente ofrecen bienestar animal o están organizados para el lucro.
Dado que no hay reseñas públicas que verifiquen estándares de rehabilitación o liberación, muchas de las instalaciones que presentan animales grandes se asemejan más a exhibiciones tradicionales que a santuarios. Un artículo de AnimaNaturalis plantea que estos espacios muchas veces ocultan intereses comerciales bajo el discurso del rescate animal.
El dilema ético
La posición de Naya no es infrecuente: muchas personas optan por visitar estos lugares, pensando que hacen un bien al pagar la entrada, pues con este dinero se supone que financian su alimentación y salud, sin considerar que apoyar estos recintos también significa normalizar su existencia.
La ruptura emocional entre la empatía pública y las decisiones tomadas en privado es evidente. Y el hecho de que una figura vegetariana o vegana como ella participe en estas actividades expone la tensión —cada vez más aguda— entre el discurso y la práctica.
¿Cuál es la alternativa real?
La industria del rescate animal exige compromiso: los centros acreditados por entidades como la Federación Mundial de Santuarios (GFAS) no tienen fines de lucro, no crían animales, y evitan el contacto público directo. En Chile, organizaciones como Santuario Igualdad Interespecie cumplen esa función, ofreciendo hogares definitivos a animales rescatados y evitando la exposición pública para entretenimiento.
Si el compromiso con los animales es real, deberíamos orientar nuestras visitas y aportes hacia santuarios reconocidos —no hacia recintos que mantienen especies en espacios restringidos para pagar entradas y consumir souvenirs.
Un llamado a la coherencia
Vivimos en una época en que los mensajes virales y las buenas intenciones muchas veces se encaminan hacia decisiones poco reflexivas. La historia de Naya Fácil no es un caso aislado, pero sirve como espejo: nos invita a cuestionarnos lo que consumimos —ya sea contenido digital o planes familiares de fin de semana— y a revisar qué implican esas “experiencias”.
Porque amar a los animales implica algo más que palabras bonitas. Implica informarse, actuar con coherencia y apoyar instituciones que ponen su bienestar por delante del espectáculo.