Un clásico con historia
El Terremoto no es solo un cóctel: es parte de la memoria colectiva chilena, especialmente en Fiestas Patrias. Su origen más popular se remonta a 1985, cuando un reportero alemán, tras probar una mezcla de pipeño con helado de piña en El Hoyo o en La Piojera, habría exclamado “¡Esto sí que es un terremoto!”. Desde entonces, el nombre quedó grabado en la tradición popular. Crónicas gastronómicas y recopilaciones históricas en medios como El País y la enciclopedia cultural chilena han coincidido en que el mito de su nacimiento está íntimamente ligado a los bares emblemáticos del centro de Santiago.
Qué lleva un buen terremoto
La receta es sencilla, pero su éxito está en el equilibrio. El vaso se llena con vino pipeño blanco bien frío, se agrega una bola generosa de helado de piña y se completa con un toque de granadina o, en versiones más intensas, con fernet. Si se pide un segundo vaso se le llama “réplica”; si llega en jarra, se bautiza como “cataclismo”; y si se prepara con vino tinto, pasa a conocerse como “africano”.
Los mejores lugares para disfrutarlo
- La Piojera: quizás el lugar más famoso, punto obligado para turistas y chilenos que quieren probar la versión más clásica. Durante años, diarios internacionales como El País lo han descrito como un “símbolo republicano” del Chile popular.
- El Hoyo: otro histórico de la capital, con platos abundantes de chancho y arrollado, donde el terremoto corre como agua.
- Rincón de los Canallas: nacido en dictadura, su terremoto mantiene un aire de clandestinidad y picardía.
- Las Tejas: en el corazón de Santiago, se ha hecho conocido por mantener la tradición de servir el terremoto a precios accesibles y con un ambiente festivo.
Cada uno ofrece su versión, pero lo que los une es la autenticidad y la memoria cultural.

El alma del terremoto: el vino pipeño
¿Qué es el pipeño?
El pipeño es un vino campesino elaborado con cepas criollas como País y Moscatel, fermentado en antiguas pipas de raulí. Su frescura, acidez y carácter rústico lo convierten en el aliado perfecto para el terremoto. Historiadores del vino como los del Valle de Itata destacan que su tradición se remonta a la época colonial, y que su rescate actual lo ha devuelto al mapa del consumo urbano.
Dónde comprar buen pipeño
En Santiago, destacan lugares como Las Pipas de Einstein en Independencia, apodada la “catedral del pipeño”, donde se venden bidones de cinco litros traídos de Guarilihue y Portezuelo. También sobresalen Las Pipas de los Hermanos Rivas en Quinta Normal, que ofrecen vinos moscateles del Valle del Itata. Otro punto recomendado son los locales de Pipeños de Portezuelo, que distribuyen desde Ñuble hasta la capital.
En regiones, especialmente en Ñuble y el Maule, es común encontrar pipeño en ferias libres, botillerías de barrio y directamente en fiestas de la vendimia. Expertos en vinos campesinos como los de la revista La Cav suelen recomendar comprarlo en marzo y abril, cuando está más fresco, aunque muchos locales en Santiago lo almacenan durante todo el año.
Receta casera:
- 400 ml de vino pipeño blanco bien frío
- 1 bola de helado de piña
- 1–2 cucharadas de granadina o fernet, al gusto
Preparación: Sirve el pipeño en un vaso alto, agrega el helado de piña y corona con granadina. Revuelve suavemente y disfruta.

Más que un trago: un símbolo cultural
El terremoto es dulce, potente y festivo. Habla de picardía chilena, de celebración y de resistencia cultural. Como recordaba un reportaje en La Tercera sobre las picadas de Santiago, es un trago que nació del pueblo y sigue siendo suyo: barato, alegre y compartido. En septiembre, se transforma en protagonista, tanto en fondas como en bares o en la mesa de la casa.
En definitiva, el terremoto no es solo un cóctel: es un rito, un golpe de sabor que resume nuestra manera de festejar. Y aunque la receta se pueda replicar en casa, nada reemplaza la experiencia de beberlo en un vaso frío de La Piojera, con cueca de fondo y la promesa de una “réplica” a la vuelta de la esquina.