The Velvet Sundown, el extraordinario proyecto musical, creado con IA que se hizo viral

The Velvet Sundown. IA.
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La historia de The Velvet Sundown parece sacada de una novela de ciencia ficción, pero es completamente real. Esta banda indie-rock con estética retro y canciones melancólicas logró acumular millones de reproducciones en Spotify, viralizarse en redes y ganarse un público fiel en países como Reino Unido y Noruega… todo antes de que se revelara que no existía: es completamente generada por inteligencia artificial.

Una banda que no es banda

En junio de 2025 apareció The Velvet Sundown, una banda indie-rock con estética setentera y sonido melancólico. En cuestión de semanas, sus canciones como Dust on the Wind lograron más de un millón de streams mensuales en países como Reino Unido, Noruega y Suecia, integrándose a playlists virales en plataformas como Spotify, Apple Music y Deezer, tal como lo reportó The Guardian.

Lo sorprendente: nadie conocía a sus miembros. Las imágenes promocionales mostraban rostros generados por IA, sin ninguna presencia pública verificable. Rastreos en Reddit y publicaciones especializadas como Music Ally o Futurism señalaron la falta de redes sociales, entrevistas y presentaciones en vivo.

The Velvet Sundown IA 4

Finalmente, un portavoz ficticio llamado Andrew Frelon confesó haber fingido ser parte de la banda ante medios como Rolling Stone y el Washington Post. Un día después, en sus redes oficiales, se confirmó que The Velvet Sundown es un «proyecto musical sintético guiado por dirección creativa humana, compuesto, visualizado y grabado con soporte de IA», como detalló Berklee Now. Su biografía cambió a la frase: «Not quite human. Not quite machine».

Más que música: una provocación artística

Este fenómeno no solo generó curiosidad, sino alarma. En una nota de The Guardian, expertos exigieron que plataformas como Spotify etiqueten claramente los contenidos generados por IA para proteger los derechos de creadores reales y evitar fraudes masivos de streaming.

Críticos como Ed Newton-Rex, citado por The Week, calificaron la música de The Velvet Sundown como repetitiva y sin alma, y advirtieron que el uso masivo de IA podría amenazar la subsistencia económica de músicos reales.

The Velvet Sundown IA

Lo artificial se vuelve indistinguible

El caso no es aislado. Herramientas como Suno, Udio o ChatGPT permiten a cualquiera generar canciones completas, letras y arte de portadas con solo unos prompts. Incluso Deezer ya etiqueta pistas detectadas como IA mediante su sistema interno; se estima que hasta 18% de los contenidos diarios podrían contener elementos generados por IA, según Associated Press.

Otras plataformas digitales están utilizando IA en contenido audiovisual, marketing de moda (como los gemelos digitales de modelos para ropa), podcasts con voces de figuras fallecidas o recreaciones cinematográficas de actores ya muertos. Esta tendencia ha sido ampliamente analizada por medios como News.com.au y Berklee Now.

¿Humanos vs. generadores de música?

Según un análisis del medio The Atlantic, la música contemporánea, incluso la humana, está orientada a ser ambiente más que arte introspectivo. En ese contexto, las creaciones de IA como The Velvet Sundown encajan perfectamente: son agradables de fondo, no demandan atención emocional y se adaptan a playlists de transporte, cocina o relajación.

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Mientras algunas voces defienden la IA como herramienta complementaria, otros músicos y académicos, como los profesores de Berklee, han alertado sobre posibles abusos: modelos entrenados con música sin licencia, pérdida de autenticidad y mercantilización de la creatividad.

¿Ya no sabemos qué es humano?

El caso de The Velvet Sundown plantea preguntas fundamentales: ¿qué significa “autoría” en la era digital? ¿Puede una animación convincente sustituir a una banda real? ¿Debemos etiquetar cada canción hecha con IA para que sepamos si tiene alma humana detrás?

Lo artificial ya forma parte de lo cotidiano: música, arte, textos, voces. La línea entre creatividad humana y generada se difumina. Este proyecto nos alerta sobre esa nueva frontera en la cultura pop: no solo consumimos lo artificial, sino que terminamos sin saber distinguirlo.

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