Vivir para cantar: Paul McCartney y el fascinante arte de envejecer con gloria

Paul McCartney
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Este 18 de junio, Paul McCartney cumple 83 años. Y no está en una casa de retiro, ni escribiendo sus memorias en bata de seda: está ensayando, planeando giras, lanzando documentales, tocando en vivo y —quién sabe— tal vez componiendo la próxima canción que te hará llorar en la ducha.

Y no está solo. Clint Eastwood (Ver: Clint Eastwood cumplió 95 años: «Trabajaré hasta estar senil) dirige películas a los 94, Rod Stewart sigue de gira con el alma encendida, los Rolling Stones lanzan discos nuevos con más vitalidad que muchas bandas debutantes. Incluso Cher, Madonna o Dolly Parton parecen más interesadas en crear que en descansar. ¿Qué tienen en común? Todos pasaron los 70. Varios ya los 80. Y nadie parece querer irse a sentar a mirar cómo pasa la vida.

Lo interesante no es solo su edad biológica, sino lo que hacen con ella. En un mundo que asocia juventud con productividad, ver a estos artistas —icónicos, contradictorios, geniales— mantenerse vigentes, activos y deseando más, es una declaración. Un manifiesto. Un recordatorio de que la creatividad no tiene fecha de vencimiento. Ellos no están “resistiendo al paso del tiempo”, como suelen decir algunos medios. Están habitándolo con propósito.

Paul McCartney y The Beatles

Claro, no hablamos de una vejez común. McCartney no representa al octogenario promedio. Tiene recursos, salud, reconocimiento y un lugar asegurado en la historia. Pero lo que emociona no es solo su éxito, sino la energía vital que mantiene. No actúa “como si” tuviera 40. Actúa como alguien que simplemente sigue amando lo que hace, con la curiosidad intacta, el cuerpo disponible y el corazón en movimiento.

Y eso, hoy más que nunca, es inspirador.

En tiempos donde se premia la inmediatez, y donde se espera que después de los 50 desaparezcas (o al menos, bajes el volumen), estos artistas hacen exactamente lo contrario. Se paran sobre el escenario con arrugas, con historia, con cicatrices… y cantan. Cuentan. Dirigen. Componen. Se exponen. Nos recuerdan que vivir no es solo “llegar a viejo”, sino seguir haciendo lo que te mantiene vivo.

paul

Envejecer con gloria no es solo tener energía. Es tener ganas. Es tener algo que decir. Y eso, en medio de una cultura que valora la velocidad por sobre la profundidad, se vuelve un acto subversivo y profundamente humano.

Y es que también hay algo bello en la imagen de un cuerpo que ha vivido, que ha sufrido, que ha amado, y que todavía tiene algo que ofrecer. Algo que contar. En estos artistas hay una presencia que ya no necesita validación, ni algoritmos, ni trending topics. Hay oficio, hay legado, pero también hay presente. El aquí y ahora sigue latiendo, sin necesidad de disfrazarse de juventud.

McCartney canta con la historia a cuestas, pero también con una frescura que desafía lo biológico. Y eso no es negación del tiempo, sino una manera hermosa de habitarlo. De demostrar que envejecer no es desaparecer, sino reconfigurarse. Es una etapa, no un final.

El propio Paul ha dicho en entrevistas que mientras tenga algo que decir, seguirá haciendo música. No por nostalgia ni por contrato. Sino por necesidad. Y eso es lo que lo conecta con la gente, con generaciones nuevas, con quienes ven en él algo más que una leyenda: una forma de estar en el mundo.

Paul McCartney2

Paul McCartney no está joven. Está vivo. Y si a los 83 sigue componiendo, cantando y viajando por el mundo con una guitarra al hombro, ¿quiénes somos nosotros para pensar que la vida tiene fecha de expiración?

Quizás de eso se trata la verdadera longevidad: no solo de cuántos años sumas, sino de cómo los llenas. Y estos artistas —con sus luces y sombras— nos lo siguen enseñando, una canción a la vez.

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