En una emotiva intervención durante una cumbre de salud en Los Ángeles, la cantante británica expuso las múltiples formas de discriminación que ha enfrentado a lo largo de su vida, apuntando con firmeza a la gordofobia como uno de los estigmas más normalizados y violentos en la industria del entretenimiento
Kelly Osbourne no se guardó nada. Durante su participación en el “Beacher Vitality Happy & Healthy Summit”, realizado recientemente en Los Ángeles, la cantante, actriz y personalidad televisiva británica abordó sin tapujos la discriminación por peso que sufrió a lo largo de su carrera. En su testimonio, que rápidamente resonó en medios como Nación Rock y BioBioChile, Osbourne fue categórica: “He sido drogadicta, alcohólica… he sido un desastre, irrespetuosa con la gente, horrible, pero me criticaban más por ser gorda que por cualquier otra cosa. Es una locura”.
La también hija del legendario Ozzy Osbourne rememoró el escrutinio constante al que fue sometida desde joven. Según explicó, la presión mediática por su apariencia física fue incluso más feroz que las críticas por su historial de adicciones o comportamientos destructivos. “Vivimos en un mundo profundamente gordofóbico”, sentenció ante los asistentes a la cumbre, enfocada en bienestar físico y salud emocional.
Osbourne también compartió que su lucha con el peso no fue un simple asunto de estética, sino una batalla prolongada contra las expectativas sociales, la autopercepción y, sobre todo, su salud mental. “No es tan simple como cambiar tu dieta y moverte. Tienes que cambiar tu mente. Tienes que alcanzar paz y aceptar dónde estás en tu vida antes de poder empezar”, aseguró. A lo largo de los años, ha intentado diversas estrategias para perder peso, incluyendo cirugía, medicamentos, dieta y ejercicio, pero afirma que el verdadero punto de inflexión se dio cuando comenzó a trabajar en su estabilidad emocional.
Su testimonio incluyó también un crudo repaso a su historia con las adicciones. Según ha relatado en entrevistas anteriores, su dependencia a los opioides comenzó a los 13 años, tras una receta médica posterior a una intervención quirúrgica. A los 19 años ingresó a rehabilitación por primera vez. Más de una década después, en 2022, celebró su primer año completo de sobriedad, coincidiendo con el nacimiento de su hijo Sidney, fruto de su relación con el músico Sid Wilson, miembro de la banda Slipknot.
Las palabras de Osbourne se suman a una conversación cada vez más urgente sobre los estándares de belleza y salud promovidos por la cultura pop. En tiempos donde se aboga por la inclusión y la diversidad corporal, su testimonio sirve como un recordatorio de que aún persisten formas sutiles —y no tan sutiles— de violencia estética, muchas veces disfrazadas de “preocupación por la salud”.
Lejos de victimizarse, Kelly Osbourne dejó claro que su intención al compartir su experiencia es abrir camino para otras personas que puedan sentirse atrapadas en esa doble vara que muchas veces pesa sobre las mujeres públicas: ser perfectas, delgadas, exitosas y emocionalmente estables… todo al mismo tiempo. Su mensaje, sin embargo, va en otra dirección: abrazar la vulnerabilidad como forma de resistencia y romper con los estigmas que aún dominan la conversación sobre cuerpo, salud mental y autoaceptación.