El auge de las fiestas de revelación de género: entre el furor de las redes y el debate por la diversidad

Revelación de genero Imagen de freepik
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Fiestas de revelación de género

Se multiplican en Chile y el mundo las celebraciones para anunciar el sexo del bebé. Pero en pleno siglo XXI, la costumbre está generando críticas por sus implicancias sociales, culturales y de género

En un video viral aparece una pareja emocionada sosteniendo un globo negro gigante. Al reventarlo, llueven papeles rosados. ¡Es niña! Y miles de familias repiten el ritual. Las llamadas gender reveal party o fiestas de revelación de género se han convertido en un fenómeno global. En Instagram y TikTok proliferan registros de futuros padres que pintan tortas, lanzan humo de colores o rompen piñatas para anunciar si esperan un niño o una niña.

Lo que nació como una moda en EE. UU. hace poco más de una década, hoy forma parte del calendario de celebraciones del embarazo. En Chile cada vez son más comunes: empresas de animación ofrecen paquetes completos con globos, decoración y hasta humo de colores para el evento.

Revelacion de genero Pangal Andrade y Melina Noto

En Chile, incluso figuras del espectro público se han sumado a la tendencia: el deportista Pangal Andrade organizó una revelación de género con una flecha y humo de color, y la influencer Ignacia Antonia celebró con una pelota con humo rosa. Ambos casos se viralizaron y mostraron cómo la costumbre ya llegó al calendario de las nuevas generaciones.

Revelacion de genero Ignacia Antonia y AK.420

Sin embargo, bajo la apariencia inocente, estas fiestas han empezado a generar incomodidad, especialmente en el contexto de aceptación de diversidades de género. Si bien su objetivo es anunciar el sexo biológico del bebé, se sustentan en estereotipos muy tradicionales: el rosa para las niñas y el azul para los niños, con sus connotaciones implícitas de expectativas y roles.

Organizaciones como la ONG chilena Todo Mejora advierten que “es importante que las familias puedan celebrar la llegada de una nueva vida, pero sin imponer desde el inicio una identidad de género que puede no coincidir con la que esa persona elija más adelante”.

Curiosamente, la creadora del fenómeno, Jenna Karvunidis, se ha arrepentido públicamente. En The Guardian comentó que su hija, protagonista de aquella primera celebración, hoy se identifica como gender non-conforming. Karvunidis admite que lo que comenzó como alegría se transformó en reflexión sobre sus consecuencias.

El psicólogo Rodrigo Venegas, experto en desarrollo infantil, explica que “aunque no hay evidencia de daño directo al bebé, estas celebraciones refuerzan la idea de que el sexo asignado al nacer condiciona su rol, personalidad y gustos, lo que puede limitar su libertad de exploración”.

La tensión no es solo ideológica. Algunas de estas fiestas han provocado incidentes ambientales graves. En EE. UU., los fuegos artificiales de gender reveal parties desencadenaron el incendio de El Dorado, California (2020), que arrasó más de 8.000 hectáreas según el Departamento de Bomberos estatal.

En Chile, aunque no al mismo nivel, organizaciones como Ladera Sur han cuestionado el uso masivo de globos de helio y plásticos de un solo uso en estas celebraciones, señalando que celebramos nuevas vidas mientras generamos basura contaminante.

Aun así, las fiestas de revelación siguen creciendo. En un mundo incierto —con embarazos postergados y estructuras familiares diversas— estos rituales ofrecen una pausa simbólica: una forma de hacer comunidad, marcar un momento emocional y compartirlo en redes sociales.

La invitación no es a censurar estas fiestas, sino a repensarlas: reconocer su capacidad emotiva, pero también sus contradicciones. Porque el verdadero acto de bienvenida a una nueva vida no debería depender de un color o etiqueta, sino de la posibilidad de que esa persona crezca libre, amada y sin moldes preestablecidos.

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