Dos campañas icónicas de jeans —la de Brooke Shields para Calvin Klein en 1980 y la de Sydney Sweeney para American Eagle en 2025— revelan cómo la moda puede encender debates intensos que van más allá de una prenda y reflejan tensiones culturales y generacionales.
El legado provocador de Brooke Shields
En los albores de la década de los ochenta, Calvin Klein lanzó una de las campañas más recordadas de la moda: una adolescente Brooke Shields preguntaba, con voz inocente, “¿You want to know what comes between me and my Calvins? Nothing.” El impacto fue inmediato. Varias cadenas, como CBS, llegaron a vetar el comercial porque consideraban que el mensaje era demasiado sugestivo para una joven de apenas 15 años.
La propia Shields, en entrevistas con revistas como Vogue y People, ha recordado que nunca imaginó la connotación sexual que la publicidad terminaría cargando sobre ella. Para ella, era simplemente una frase más, pero pronto se convirtió en un estallido mediático que dividió a la opinión pública. Lo interesante es que, con el paso del tiempo, la actriz se muestra orgullosa del impacto cultural de aquella campaña y reconoce que, aunque la polémica fue enorme, finalmente jugó a favor de su carrera y del ascenso de Calvin Klein como marca global.
2025: los “buenos genes” según Sydney Sweeney
Cuarenta y cinco años más tarde, la historia volvió a repetirse con otros matices. En julio de 2025, American Eagle estrenó una campaña protagonizada por Sydney Sweeney bajo el lema “Sydney Sweeney Has Great Jeans”. El juego de palabras entre jeans y genes buscaba ser ingenioso, pero rápidamente fue interpretado como un guiño a la eugenesia y a los ideales tradicionales de belleza blanca.
Medios como The Guardian señalaron que el mensaje fue leído como un elogio a supuestas “buenas cualidades genéticas”, lo que despertó fuertes críticas de racismo y supremacismo. Lo curioso es que el anuncio recibió aplausos desde sectores conservadores de la política estadounidense, con figuras como Donald Trump y el senador JD Vance celebrando abiertamente la campaña. Ese respaldo provocó que las acciones de la marca subieran más de un 20 % en pocos días, aunque en paralelo los datos de ventas mostraron un retroceso en las tiendas físicas, como documentó MarketWatch.
Ante la ola de críticas, American Eagle emitió un comunicado aclarando que “la campaña siempre fue sobre los jeans”, intentando bajar el tono del debate. Sin embargo, la polémica ya estaba instalada y el slogan se había convertido en un símbolo de cómo una frase puede reactivar discusiones sociales profundas.
Un hilo común: señalar lo normal como extraordinario
Más allá de las diferencias de contexto, ambas campañas comparten una misma estrategia: para sobresalir en un mercado saturado, la publicidad necesita incomodar. Como apuntó un análisis publicado en The Guardian, en la era de las redes sociales nadie comparte lo normal, lo cotidiano: lo que se viraliza es lo extraordinario, lo provocador, lo que genera división.
Desde los tiempos de Marlon Brando y James Dean, pasando por la irreverencia de Calvin Klein en los ochenta, hasta los slogans de Kate Moss o Anna Nicole Smith en los noventa, la historia del marketing de jeans ha estado ligada a la polémica. Y cada vez que una marca decide tensar la cuerda, lo que vende no es solo ropa, sino también conversación, identidad y debate.
Lo que une a la campaña de Brooke Shields con la de Sydney Sweeney es la capacidad de una simple prenda de trascender su función práctica. Un jean puede transformarse en una declaración cultural, un espejo de los valores y tensiones de cada época.
En 1980, lo que se cuestionaba era la sexualización de una adolescente; en 2025, el tema es la carga simbólica de un ideal genético. Pero en ambos casos, el resultado es el mismo: la publicidad convierte lo banal en un campo de batalla social.